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Desregulación Emocional

En muchas ocasiones, en diferentes momentos de la vida y en distintos tipos de personalidades puede haber desregulaciones del enojo.

Cuando el organismo se siente amenazado, se produce una revolución en el organismo. Todo él se prepara para afrontar el acontecimiento que nos genera estrés. En estos casos, el estrés es totalmente adaptativo. Permite a la persona correr más velozmente, trepar más alto, gritar más fuerte, ver más claramente, golpear más duro, soportar más dolor y hacer lo que debe hacerse para enfrentar un ataque.

Pero… Si este sofisticado sistema de alarma del cuerpo es activado de manera crónica, inevitablemente se producirán serios daños orgánicos.

    1. Estudios afirman que el estrés de la ira produce una respuesta hormonal única y específica que es altamente peligrosa. La ira resulta en niveles elevados de ciertas hormonas como la testosterona (para los hombres), epinefrina, norepinefrina y cortisol. Los niveles elevados crónicos de testosterona y cortisol potencian la arterioesclerosis, la causa más frecuente de Enfermedad Arterial Coronaria. El cortisol también debilita al sistema inmune y reduce la capacidad del organismo para combatir la infección. La epinefrina y la norepinefrina estimulan al sistema nervioso simpático para que desvíe la sangre de la piel, el hígado y el tracto digestivo al corazón, los pulmones y los músculos del esqueleto Recuerde que cuando el organismo se siente amenazado, siente estrés y necesita desviar glucosa (el alimento, que suministraría energía) en el sistema sanguíneo, para concentrarse en aquellas partes que intervendrían en Sobrevivir (confrontar o huir). La norepinefrina también eleva la presión sanguínea constriñendo los grandes vasos periféricos.
    2. El efecto de la ira tiene un efecto muy impactante sobre el estómago. Las personas airadas crónicamente presentan el interior del estómago rojo, con contracciones rítmicas aumentadas y secreción incrementada de ácido clorhídrico. Ya que la hiperacidez está asociada al desarrollo de gastritis y úlceras, la ira crónica puede aumentar el riesgo de sufrir estas enfermedades. También se la vio implicada en el desarrollo de las colitis ulcerosas. Estudios afirman que las «personas predispuestas» pueden mostrar los síntomas de colitis cuando mantienen una actitud crónica de resentimiento y enojo. La membrana mucosa del colón reacciona agudamente ante la ira reprimida. Se atiborra de sangre y la actividad peristáltica se ve aumentada.
    3. La presión sanguínea se eleva y si ésto se mantiene con regularidad resultan dañadas las arterias y el corazón. La hipertensión obliga al corazón a trabajar con mayor intensidad y origina un músculo cardíaco de gran tamaño y menos eficiente. La turbulencia causada por la alta presión del flujo sanguíneo también perjudica a las arterias. En las paredes de las arterias se forman gotas diminutas. Depósitos de grasa cubren las gotas, pero éstas finalmente pueden crecer hasta llenar la arteria y detener el flujo de sangre. Puede ocurrir que estos depósitos de grasa (colesterol) irriten las paredes internas de la arteria coronaria y causen un espasmo (Angina de Pecho). Pero también puede ocurrir que el revestimiento interior áspero de las arterias coronarias cause la formación de un coágulo que obstruye por completo la arteria. A esto se lo llama Ataque Cardíaco o Infarto de Miocardio. Cuando esto ocurre, todo el tejido muscular que se halla corriente abajo del coágulo, muere. Que una persona sobreviva o no a un ataque cardíaco depende de la cantidad de tejido muscular que haya muerto y de si la parte restante no dañada del corazón aún puede seguir funcionando.

Así como las personas que experimenta ira con el otro pueden manifestarla (ira externa), también hay personas que aún experimentando la ira con el otro, no la expresan (ira interna). Muchos estudios médicos actualmente confirman que este segundo tipo de ira está vinculada al aumento en la presión sanguínea. Es evidente que la incapacidad o la falta de disposición para expresar la ira (no nos detenemos ahora en cómo) y la consiguiente contención de sentimientos hostiles contribuyen al desarrollo de hipertensión para muchas personas susceptibles.

El tipo «A»

Este concepto nace a partir de que cardiólogos, ya desde la década del ´50, han tratado de determinar, en el afán de reducir los riesgos, quiénes eran aquellos pacientes que tenían más probabilidades de sufrir de arterias bloqueadas, ataques cardíacos y anginas de pecho. Se lo llamó el Tipo «A». ¿Cómo era? Tenía urgencia de tiempo, era competitivo, tenía una ambición elevada, hostilidad variable e hiperagresividad (esta última vinculada con el dominar más que con el ganar). Es como si la hostilidad estuviese siempre presente y aprovechase cualquier oportunidad para vincularse a una persona o situación.

La persona del Tipo A estaba llena de ira, una ira que buscaba una excusa para manifestarse.

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