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Volver a estudiar: Siempre hay tiempo

 Retomar los estudios implica un gran valor y sobre todo cumplir con la satisfacción personal del sueño alcanzado con voluntad y dedicación.

REVISTA EXPERTAS – Marzo, 2017 – Participación de la Lic. María Gabriela Fernández Ortega

Nunca es tarde para tener proyectos, proponernos metas nuevas o saldar cuentas pendientes. Sin embargo, a veces, el ímpetu se encuentra con otras prioridades, como la familia y los hijos. En estos casos, el tiempo nos puede jugar en contra porque las horas no son elásticas y el amor y las obligaciones se imponen con la correspondiente urgencia que necesitan. Sin embargo, llega un momento en el que los chicos se empiezan a hacer grandes y los días parecieran volver a nosotras, pero con mayor disponibilidad de horas para ocupar en actividades nuevas.

El panorama de alternativas es amplio, pero sin dudas volver a estudiar no solo nos permite expandir nuestro universo de conocimientos, sino también obtener este título que, quizás, dejamos de lado y que quedó allí postergado. En este sentido, Mónica Cruppi, psicóloga y miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina, explica que «la mujer de mediana edad es una mujer vital, con proyectos y con ganas de disfrutar la vida. Se encuentra más libre respecto a las responsabilidades de la crianza de los hijos, tiene otros intereses. En lugar de la sensación de que el mundo se le cae encima, es ella la que se tira arriba del mundo«.

 

TOMAR LAS RIENDAS

Lo primero que deben considerar quienes quieran comenzar a retomar alguna clase de estudio es la voluntad. No alcanza con meditar la posibilidad, sino que, cuanto antes se pase a la acción, mayores probabilidades habrá de lograr el objetivo en concreto. Terminar el secundario, estudiar una primera o, tal vez, segunda carrera o comenzar un curso son objetivos nobles y ejemplares que enseñan no solo el afán de la superación personal, sino que sirve como una conducta para imitar, especialmente, frente a los propios hijos.

«Para poder lograr la meta debemos salir de los pensamientos para ir a lo concreto. Si se planifican de manera organizada todas las acciones, será más sencillo encaminar el deseo. En el caso de quienes quieran finalizar el secundario, recomiendo investigar las materias pendientes, elegir una escuela, organizar los horarios y calcular el tiempo que se debe invertir en cursar y estudiar», aconseja el licenciado en psicología Santiago Gómez, director del Centro Decidir Vivir Mejor.

Al parecer, entonces, el secreto es crear un orden de prioridades. «Una buena estrategia es planificar las actividades que nos requieran mayor disponibilidad mental durante las horas que tenemos mayor rendimiento. Se trata de planificar cuándo nos exigiremos y cuándo no, sabiendo que no tenemos que lograr el 100% en todas las áreas de la vida; es importante que eliminemos de nuestra mente el modelo de mujer maravilla que todo lo hace rápido y bien. No somos eso, somos humanas. Las mujeres que logran ser felices son aquellas que se conocen, se aman y saben priorizar», señala Alejandra Stamateas, escritora sobre temas de inspiración y orientación personal, que lleva más de una docena de libros publicados sobre el tema.

 

LAS DIFICULTADES

Debemos saber que no todo será la alegría de la autosuperación, sino que en el camino nos vamos a encontrar no sólo con inquietudes personales, sino también con cuestionamientos ajenos y con algunos obstáculos que, si nos los tomamos con calma, sabremos sortear con éxito.

Uno de los interrogantes más frecuentes en este sentido -que puede surgir tanto desde nosotras mismas como desde quienes nos rodean- es el de «¿para qué me voy a poner a estudiar a esta edad?». La licenciada en Psicología Gabriela Fernández, del Instituto Sincronía, señala que «hay que salir de la mirada de la productividad. Tenemos que dejar de pensar que todo lo que hacemos tiene que generar dinero, que debe redundar en un beneficio económico concreto. Existen otro tipo de satisfacciones que no tienen nada que ver con el dinero. Es bárbaro que queramos alcanzar una meta. Demuestra que tenemos una mente flexible, que no nos quedamos en el prejuicio del ‘soy grande'».

Junto con la inquietud de para qué -que se resuelve con la satisfacción de estar cada día más cerca del título-, se pueden presentar otras dificultades como «el reprender a estudiar; la dificultad para concentrarse; la pérdida de los hábitos de estudio y la presión personal por entenderlo y hacerlo todo bien», explica Crupi que, a la vez, contraataca afirmando que la clave es tenerse paciencia porque el aprendizaje es un proceso «que, como tal, es continuo y acumulativo, por lo tanto irá mejorando con el correr del tiempo, de ahí que no haya una edad que le ponga límite».

 

LAS VENTAJAS

Puede que una materia nos cueste más o que algún día de la semana nos resulte más complicado que otro llegar a clases, pero nunca debemos perder el objetivo de superación, esa satisfacción de poder decirnos a nosotras mismas que pudimos hacerlo, y más si se trata de una cuenta pendiente.

Pero en este camino de volver a los libros no todo son problemas, sino que las que se animan a recorrerlo a una edad diferente llegan al aula con interesantes ventajas. «Las personas que estucan de grandes son más aplicadas y responsables. Y también disfrutan más aprender y estudiar. Más allá de que quizás puedan estresarse, son muy aplicadas», asegura Gabriela Fernández.

El hecho de que la decisión de estudiar sea personal nos convierte en alumnas comprometidas y predispuestas. Nadie nos impuso nada, sino que somos nosotras las que queremos dar el salto. De acuerdo con Stamateas, «una persona que establece una meta a una edad que no es la común para la sociedad está rompiendo un paradigma cultural, es decir, que tiene dentro de si misma el valor de hacerlo».

Además, los años nos convierten en personas con experiencia, con la sabiduría de lo cotidiano, la que no viene de los libros sino de lidiar con la vida de todos los días y hasta reponerse frente a situaciones adversas. «Quienes empiezan de grandes suelen tener miradas más amplias y flexibles. Son personas más curiosas y menos prejuicios. En muchas ocasiones, estudiar resulta menos complicado que vivir determinados acontecimientos», concluye Fernández.

Una historia de superación personal

Karina Calvalcanti tiene 45 años. A los 33, y con un hijo en plena crianza, se animó a concretar uno de sus sueños: estudiar una carrera universitaria. Aquí lo cuenta en primera persona.

«Con mi marido y un hijo, en ese transcurrir de las obligaciones cotidianas, apareció el deseo de volver a estudiar. Era una cuenta pendiente que me había quedado con mi formación académica y sentía que todavía realizar un recorrido profesional.

Hice un enorme esfuerzo para reordenar prioridades, ajustar recursos y aceptar limitaciones personales, pero no fue tan fácil: me enfrenté con miedos, inseguridades, opiniones adversas y prejuicios. ¿Poseería la capacidad intelectual para retomar los estudios? ¿Tendría que empezar por un curso con menos exigencias acádémicas? ¿La diferencia de edad con otros alumnos sería motivo de burlas? ¿Lograría llegar a la meta o perdería el tiempo?

El deseo se impuso a la duda y así fue como ingresé a la universidad para cursar la Licenciatura en Psicopedagogía, una experiencia sumamente significativa y enriquecedora. En un recorrido un poco más lento que el concebido para la carrera elegida, pero pisando firme, transcurrieron casi seis años y el objetivo se ha convertido en realidad.

Desde allí se abrió un universo de posibilidades, propuestas e intercambios. Nuevas perspectivas y miradas, apertura a nuevos conceptos, renovados recursos y estrategias para la vida. No hay excusas cuando el deseo y el empeño se asocian. Ser flexible y pacientes es el secreto para hacer posible cualquier deseo».

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